A bocados

¿Quién no ha saboreado el placer de una porción de algo? De membrillo, de chocolate en forma de bombón, de naranja convertida en gajos, de queso... Cada uno de esos momentos ha sido una porción de vida, centrado en el paladar, la textura y el deseo de que no termine... Porque así se nos presenta la vida, en porciones, formando un gran queso donde podemos encontrar desde gusanos hasta agujeros, pero también ternura y sabor; y donde hay que tener mucho cuajo para no darle un mordisco y comérselo a bocados.

sábado, 23 de abril de 2011

Compañero de sábanas

Los hay que solo se acuerdan de ti en días como hoy. Los hay que ni en días como hoy nos olvidamos de que existes. Los hay que te añoran y ni siquiera te han tenido nunca entre sus manos. Los hay que te coleccionan y dejan asentarse el polvo en tus cantos, y te acumulan y empacan para recluirte en algún trastero, al lado de la humedad y lejos de la puerta o de la vista. Los hay que te crean con una firmeza, imaginación y maestría implacables. Los hay que te ignoran. También los hay que no saben usarte; muchos de esos son también de los que te añoran.

He conocido a muchos de tu especie. Seductores natos. Empiezan con palabras atractivas, hiladas por comas, puntos, rayas de diálogo; se van entrelazando las ideas, unas inducidas, otras imaginadas. Y unas páginas más tarde, te tiene, ha salido bien parado de la primera cita. No dudas acudir a la siguiente, y a medida que se suceden, cada vez te sientes más cómoda con su tacto, tus manos se deslizan por el lomo, lo acarician y te lo llevas cada noche a la cama. Crees todas y cada una de las palabras que te dice sin levantar los ojos de él, y paseas tu mirada con tal atención que todo lo que os rodea queda anulado. No hay estímulos externos. El tiempo se ha parado.

Piensas todo el día en él. Conoces a tanta gente y vives tantas experiencias a su lado, que no estás sino deseando que llegue de nuevo la noche para compartir sábanas, insomnio y velas. Entras en un círculo de dependencia, puedes sentir su espera. Y así, se te va la vida.

Pero llega su fin y aferrándote a su compañía, pasas la última página, en blanco, en busca de algunas letras más. No hay nada. Pero te sonríes, lo acaricias por última vez y lo ciñes a tu pecho, rememorando de golpe todo aquello que te ha contado. Te ha dejado buen sabor de boca, así que no te costará sustituirlo por otro. Serán muchos los que pasen por tus manos cada noche. Ni uno solo te pedirá explicaciones.

domingo, 3 de abril de 2011

No muse

Acabo de llenar mis dedos de tinta.
La sangre de mis letras.

Mi vieja pluma emprende su habitual camino desprovista de musa alguna, y como en todo recorrido, encuentra vicisitudes que en esta ocasión nada tienen que ver con la sed, el hambre o el cansancio. Se topa con la ausencia de inspiración. ¿Hay soledad mayor?

Noche infinita

Enséñame la carita, que quiero verte los ojos.

Enséñame tus ojitos, que quiero ver tu mirada.

Enséñame tu mirada, que solo veo la noche infinita.


Por respuesta, me regalas un paseo

lleno de andares resueltos

y rastros encriptados.


Das una vuelta, y luego otra,

para echar carreras me provocas,

y de nuevo un rastreo te ha eclipsado.


Llego a casa y te despierto,

traerte aquí fue un acierto,

pienso cuando me das un abrazo.


Te cepillo el pelo, puro algodón,

permisivo e impaciente te conviertes en pompón,

lo sabes, te crees el más guapo.


Deja que te dé un baño,

te encanta, en la piscina contigo nado,

de nuevo me haces ver que estás siempre a mi lado.


Estoy durmiendo y te oigo llegar,

no me muevo, dejo de respirar,

tus bigotes me han encontrado.


Me proteges, me añoras, en mí confías

a todas horas, antes de que sepa, tú ya sabías

que hay muchas formas de ver, y me lo has demostrado.


Enséñame la carita, que quiero verte los ojos.

Enséñame tus ojitos, que quiero ver tu mirada.

Enséñame tu mirada, que solo veo la noche infinita.