A bocados

¿Quién no ha saboreado el placer de una porción de algo? De membrillo, de chocolate en forma de bombón, de naranja convertida en gajos, de queso... Cada uno de esos momentos ha sido una porción de vida, centrado en el paladar, la textura y el deseo de que no termine... Porque así se nos presenta la vida, en porciones, formando un gran queso donde podemos encontrar desde gusanos hasta agujeros, pero también ternura y sabor; y donde hay que tener mucho cuajo para no darle un mordisco y comérselo a bocados.

martes, 27 de septiembre de 2011

Carrillos incandescentes

Cual gusiluz humano, mis carrillos se tornan incandescentes al entrar en la sala. Mis pulmones se ralentizan en su labor de intercambio gaseoso, debido al espesor del ambiente. Y la piel se moja en zonas consideradas antiestéticas, véase axilas o entrepecho.
O bigote.
Porque a la gente le dices que estás sudando, y te mira mal. Pero le dices que te suda el bigote y se parte de la risa. A mí no me hace ni puñetera gracia, porque según lo dices te miran en el sitio en cuestión. Y entonces sudas más. Y te ven el vello.
Vello.
¡Ja! ¿Cómo que vello? Unas púas en toda regla. Negras. ¡Qué condena! Cada semana, pinzas en mano, emulando a un cirujano sádico, hay que eliminarlas pelo a pelo, tirón a tirón, lágrima a lágrima. Bueno, y estornudo a estornudo. Aunque esos los provocan las de las cejas, que al arrancarlas se levanta hasta el párpado. Qué maltrato.
Y todo para que no te llamen Cantinflas. Ni uniceja.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Alive or living?

-        Get ready for the future – she said.
-        I’m not even ready for the present – replied her opposite.
-        But your present consists on building your future.
-        I cannot build anything which I don’t know whether will exist.
-        So, what will you spend your present on, then?
-        I will live.
-        And… What else?
-        What else? Don’t you consider this good enough?
-        Well, I live and I don’t feel good enough.
-        My girl, you are an alive human being, but you don’t live at all. You just exist. Think about that, transform your life and start living. If not, you will die even before dying.
-        But you have just said you are not ready for the present.
-        This is only because of the huge amount of opportunities I have in front of me. There are so many things to be done, that sometimes I feel asfixiated, don’t you?
-        Your comments have just asfixiated me, I cannot think of any other thing right now. But for some reason, I feel you have open the door I needed, and I can breath now. I’m grateful for that.
-        This is called relief.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Otoño despistado

¿Has olido el otoño? Yo, tampoco. Oficialmente llega la semana que viene, pero por todos es sabido que las estaciones no entienden de fechas fijas, y se incorporan antes de lo requerido. ¿Acaso empieza a hacer calor el 21 de junio? No, hace calor desde, al menos, un mes antes. ¿Acaso empieza a hacer frío el 21 de diciembre? Tampoco, noviembre no es un mes agradable. De la primavera solo se recuerda que hace buen tiempo, pero nuestro refranero es sabio: “Marzo, ventoso y abril, lluvioso” o “En abril aguas mil”. Por no hablar del “Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. Vamos, que esto de las estaciones es un tanto elástico.

Como decía, no huele a otoño. Aquí en Madrid, a quince de septiembre, no es normal, ni de lejos, rondar los 40 grados de día y superar los 20 de noche. Ojo, que no me quejo, pero me inquieta. Nos estamos derritiendo. No recuerdo la última vez que llovió.

Una minoría de tímidas hojas se han atrevido a caer, puntuales a su cita, pero la espesa alfombra de hojarasca no nos visita aún. Ni hace viento. Solo calor. Seco. Y un día amanecerá frío, nublado, lloviznará y nos pillará con sandalias y tirantes. O con el pelo mojado. Será entonces cuando pensemos que ya era hora y al día siguiente, tras apartar las sábanas, que nos parecerán pesadas como el plomo, la garganta raspará, los ojos lloriquearán y la nariz se humedecerá, anunciándonos el constipado otoñal que marca el fin de la juerga veraniega de horarios indefinidos y el principio de la era de noches tempranas. Será entonces, desde ese mismo instante, cuando empecemos a echar de menos el verano durante los siguientes ocho o nueve meses. Miraremos hacia arriba buscando el azul cuya intensidad apenas recordaremos tras innumerables semanas de paseos bajo un techo de nubes, sin percatarnos de todas esas veces que, sudando, dijimos: “Pues a mí me gusta más el fresquito”.

martes, 13 de septiembre de 2011

Lucas

Lucas huele a muerte. Cuando habla, lo marchita todo. Su aliento llega y te humedece la piel. También la calienta. Tiene dos dientes rotos. Nadie sabe cuándo se le rompieron, ni siquiera él mismo. No tiene mucha memoria. Al menos no la tiene para algunas cosas porque sí que nos recuerda a nosotros. Nos reconoce y se alegra de vernos. O de intuirnos, porque no ve muy bien. Ya no. Si le miras a los ojos, ves las cataratas. Y detrás, sus ganas de verte, pero apenas puede. Sus ojos lagrimean y dicen tanto... Tiene las pestañas blancas. Si cierra los ojos, parecen cepillos de dientes en miniatura. Su pelo color canela también se ha vuelto blanco. Lleva toda la vida perdiendo cantidades ingentes, pero desconoce la alopecia. Lo que no ha perdido es la alegría. ¡A sus 17 años! A veces creo que sonríe.

Atleta insaciable, protagonista de carreras de alta velocidad, récord de saltos; sus articulaciones ya no le responden como quisiera. Incluso se aprecian deformidades. Ahora monta en ascensor. Y cómo no concedérselo, si nunca pidió nada a cambio, en toda su vida. Siempre disponible, siempre de buen humor, desconocedor del rencor. Habría dado su existencia por nosotros sin dudarlo un instante. Defendió y protegió nuestra casa de manera incondicional. Si ya no parece dispuesto, es porque no oye bien. Cuando le llamas, debes hacerlo aumentando el volumen cada vez, más y más alto, hasta llegar al nivel de decibelios adecuado, y entonces se lleva un susto, porque oye su nombre de forma repentina dentro del silencio en que debe de vivir su mente.

Tantas anécdotas, tantos lugares, que resultaría imposible narrarlos aquí y ahora. Permíteme, Lucas, que me quede con el deseo de aumentar la lista, siempre y cuando aún te sientas con fuerzas y las ganas no te abandonen.

Eres el mejor perro que se pueda tener. Nunca fuiste una mascota.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Repentino septiembre

Ni se le había pasado por la cabeza que el día estaba tan cerca. Sabía que llegaría, y sabía cuál era la fecha exacta, pero ni por asomo pensó que llegaría así, de sopetón. Vuelta al encierro, al ventanal delator del buen tiempo, a la repetida visita ocular al reloj; vuelta a la detestada jornada completa. Se acabaron las tardes multitarea, desde ya debería decidir el sacrificio de todas menos una, cada día, cada uno de esos días en los que de ahora en adelante, la noche llegaría con más y más antelación, inmisericorde. Y eso que su compañero de sábanas más reciente, La tregua, de Benedetti, ya le había puesto en preaviso. Pero septiembre llegó invadiéndolo todo y emborronando los horarios. No le preocupaba, la venganza es un plato que se sirve frío.