Miguel, quisiera escribir como tú. Ya seas Hernández, Delibes, Unamuno o Cervantes, deseo la destreza de tu pluma en mis dedos, la quietud de tu registro, el sosiego de tu lengua. Tu dicción me inspira, pero pronto descubro que solo por dentro, pues al canalizar al exterior los vocablos de mi fuero interno, descubro que en algún punto del camino, el discurso certero he perdido.
Te releo y en tus letras mi vista recreo, se me anuda el duodeno.
Entremeses, nieblas, cipreses y cebollas son los ingredientes que conforman tan gran obra. No puedo engañarme, para todos ellos carezco de olla.
Cuéntame, ponte cómodo y desvela tu fórmula. Desgrana uno a uno esos mecanismos cognitivos y lingüísticos, esos malabares de prestidigitador que te permiten esculpir los sintagmas que cimentan tal prosa; tal métrica asombrosa.
Me dejas los sentidos insomnes, me abrumas la voluntad de expresión. Concédeme la sola condición de conocer esa magia informe.
No me rindo y persevero. Grafema a grafema moldearé algún día literatas melodías que apacigüen mis anhelos.
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