A bocados

¿Quién no ha saboreado el placer de una porción de algo? De membrillo, de chocolate en forma de bombón, de naranja convertida en gajos, de queso... Cada uno de esos momentos ha sido una porción de vida, centrado en el paladar, la textura y el deseo de que no termine... Porque así se nos presenta la vida, en porciones, formando un gran queso donde podemos encontrar desde gusanos hasta agujeros, pero también ternura y sabor; y donde hay que tener mucho cuajo para no darle un mordisco y comérselo a bocados.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Carrera de obstáculos con cesta navideña

Mucha gente dice que no le gusta la Navidad. Gastos extras, compras, comilonas, compromisos, reencuentros familiares, cenas… Pero ninguno dice no a la paga extraordinaria, las fiestas y la cesta de Navidad. Por esas fechas, en el ir y venir vespertino entre compras y el trabajo, se ve a más de uno portando, no sin esfuerzo, una caja de cartón decorada de forma característica. Piensas: “¡Qué suerte!”, pero su cara, que le llega hasta el suelo, transmite cierto desencanto, porque va pensando lo fastidioso que resulta cargar con la dichosa cesta en el metro –que está abarrotado– y encima, viene deslomado de trabajar.

Llega a su estación de destino, desciende del vagón no sin realizar ciertos ejercicios de malabares para lograr salir a tiempo, sin caerse y sin partirle la espinilla a otro viajero. Por no entretenerse a discutir, más que nada. Con la celeridad y a la vez contención de un corredor de marcha, consigue una buena posición en la escalera mecánica, en el lado derecho para dejar a los afortunados que no llevan peso subir ágil y rápidamente a pie. Tras realizar de nuevo un espectáculo casi de funambulismo para pasar por los tornos de salida sin que se le caiga la bufanda, el abrigo y la dichosa cesta, logra llegar a la superficie, pero aunque está sudando, tiene que parar para ponerse el abrigo y la bufanda, pues el tiempo no acompaña. Unos cuantos obstáculos más entre viandantes, motos y cochecitos de niños, y por fin, llega a casa. Como quien alcanza la meta de un concurso televisivo lleno de hitos intermedios, muestra a la familia el trofeo: la preciada –ahora sí– cesta de Navidad. Simulando el bolso de Mary Poppins, nuestro viajero va sacando uno a uno, cada elemento sorpresa de la caja: una lata de espárragos de Navarra, un frasco de bonito de Ondarroa, un surtido de polvorones, mazapanes de Sonseca, turrón de Alicante, embutidos ibéricos, queso, vinos y licores. Cada uno de los productos que saca es recibido casi con ovación por su familia. Y es que, al final, una cesta de Navidad es un obsequio bien avenido siempre. Olvidado queda el paseo con ella hasta casa. Porque nos ahorra muchas compras, por el factor sorpresa y por el detalle.

lunes, 28 de noviembre de 2011

La penitenciaría de ideas

La penitenciaría de ideas es un lugar donde te pagan por pensar pero no en lo que quieres. Un lugar en el que te exigen pensar pero no como quieres.

Yo paso muchas horas en la penitenciaría de ideas. Exactamente, diez. Cada día. Quiera o no. Y mira que soy de las afortunadas, que las cosas que tengo que pensar me gustan, pero me gustaría pensar en otras cosas.

En la penitenciaría de ideas hay más gente. Algunos ni siquiera saben que son reclusos. Autómatas de la rutina. Disidentes del ingenio. Renunciaron a la imaginación hace mucho, cuando se acostumbraron al puesto.

No me gusta tener la necesidad de acudir cada día a la penitenciaría de ideas. Me dejan ser creativa, es hasta divertido; pero quisiera emplearme en otros menesteres.

Quisiera hacer la fotosíntesis, pasear mis ojos por otras letras, dar forma a otros escritos. Pero no es la filosofía de la penitenciaría de ideas. Allí las jornadas son elásticas hasta la eternidad.

Tengo una amiga en la penitenciaría de ideas. Ella sí sabe que es una reclusa. Me gustaría tejerle unas alas que la llevaran a la factoría de ideas, pero no sé nada de costura. Tiene un equipo de duendes con ella. Juntos fabrican escenarios imposibles, personajes envidiables; armonía de imágenes. Conoce mundos que no existen y te los enseña.

Yo creo que en la penitenciaría de ideas no saben lo que tienen retenido, y lo pierden entre los barrotes. Cuando salgan a buscarlo quizá sea demasiado tarde.

martes, 22 de noviembre de 2011

De camino a la penitenciaría de ideas

Es curioso que en un país con una tasa de paro del 22%, un país donde el combustible está por las nubes, un país cuya capital es relativamente pequeña; se monten los atascos que se montan para ir a trabajar.

Y es que, acostumbrados a los años de bonanza, hay gente que no renuncia al coche ni para ir a por el pan. Aunque hasta donde yo sé, es una minoría.

En Madrid las empresas están concentradas en dos zonas, si me apuras, por lo que vivas donde vivas, lo más probable es que tengas que atravesar la ciudad para ir a trabajar. El centro, que le viene bien a todo el mundo, está saturado y el alquiler de las oficinas que quedan libres es caro (con los tiempos que corren las empresas reducen costes de todo tipo). Así que se van a las afueras, pero solo a las del norte de la ciudad (final de Arturo Soria, Manoteras, Fuencarral, Las Tablas, laterales de la A2, etc.). El grueso de la población en Madrid se concentra del centro hacia el sur, por lo que necesariamente para ir a trabajar, atraviesas la ciudad. Eso provoca un gran movimiento de gente de la misma zona hacia la misma zona a la misma hora; y claro, lleva su tiempo.

Afortunadamente gozamos de una buena red de transporte público, pero no da abasto e incluso hay zonas a las que no llega o lo hace de manera escasa (como algunas de las que he mencionado). Las carreteras de circunvalación, M-30 y M-40, aprueban, pero tampoco dan abasto. No hablemos si caen cuatro gotas... Otro día hablaré de esto.

Es decir, por norma general un madrileño está acostumbrado a que, sea en coche propio o en transporte público, tarde unos 45 minutos o una hora para ir al trabajo, de puerta a puerta. Y lo mismo para volver. Qué desperdicio de vida.

Es una pena que teniendo una capital y alrededores tan bien equipados de comercios, lugares de ocio, culturales, educativos, deportivos, espacios verdes, etc., haya que emplear tanto tiempo en ir a trabajar, que es a diario.

Menos mal que dispongo de musicoterapia on the way.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Musicoterapia on the way

Tras superar la tozuda adherencia de mis párpados, valiéndose de un escozor contundente que provoca el cierre automático de mis ojos, me desarropo y pongo los pies en la suave alfombra, aún aturdida por el sonido penetrante y eficaz del despertador. Este estado aún me acompañará durante unos minutos, e iré incorporándome paulatinamente a la vida real; la del agua fría en el rostro, que me despereza del todo y la del desayuno amable de mi compañero de vida. Una rápida decisión de vestuario cómodo, que no oprima mi cuerpo estático durante diez horas; un poco de salud de bote en mis mejillas y directa al paseo matutino perruno.
El paseo matutino perruno consiste en deambular de un punto A al mismo punto A dando un rodeo más o menos informe con parada en todos y cada uno de los árboles y arbustos que el can al que dirijo encuentra a su paso. A continuación, el susodicho procede a olfatear, fisgar, marcar y tapar –esto último con mayor o menor éxito– los puntos que decide según indescifrables criterios.

Este reconfortante paseo termina de poner la mente en orden y prepararla para la jornada. Pero aún hay algo que ni la cafeína, ni el agua fría ni el paseo han conseguido: llenarme de energía. Me han despertado y despejado, pero necesito algo más.

Así, con los brazos cargados por el bolso, el abrigo y las tarteras para el almuerzo, me dirijo al coche. Ay, el coche, esa yema de huevo con ruedas propulsada por un motor de explosión sin la cual llegar a una oficina sin metro ni red de cercanías, con una línea de autobús que tarda 30 minutos en recorrer 4 km y otra que cuya parada está a 20 minutos a pie con travesía de una autovía incluida, sería toda una proeza diaria.

El sonido casi metálico de la llave en la ranura del contacto y el tacto del volante, instalada en el asiento, configuran la antesala de esa breve rutina motorizada que cautiva y aísla. El devenir de las curvas agarrada al asfalto, el horizonte lejano al frente y de fondo ella, indiscutible, invencible. Acordes, instrumentos, voces e historias conviven en canciones que se suceden para revitalizarme, ensalzarme el ánimo y emocionarme. Mi frágil voz tararea, una por una, las canciones que de manera aleatoria hoy invaden el cubículo; la declaración de intenciones de Highway to Hell por AC/DC, el agudo imposible de Iron Maiden en The Trooper, la ronquera perfecta de Janis Joplin en Down On Me, el coqueteo country en Maggie's Farm por Bob Dylan y en el último tramo, para terminar de transformarme, Killing in the Name de Rage Against the Machine.

Lo he conseguido. Positiva, enérgica y activa, en ese estado llego cada mañana a la penitenciaría de ideas. Y todo gracias a ella. Somos inseparables.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Te detesto

Esta larga jornada de otoño casi invernal me desdibuja la mente, la pisotea y abotarga, sin permitirme siquiera la bendición de una libranza y llevándose por delante todo atisbo de tarde soleada.

Atiende: A mí no me trates así. Llévate tus largas noches y no vuelvas a pisar este sitio.

domingo, 2 de octubre de 2011

So long

It's so long since you kissed me in the night.

So long since you held me in your arms.

So long since I looked at myself

In the mirror of your eyes,

That I can't deny I will love you

For the rest of my life.

Migueles

Miguel, quisiera escribir como tú. Ya seas Hernández, Delibes, Unamuno o Cervantes, deseo la destreza de tu pluma en mis dedos, la quietud de tu registro, el sosiego de tu lengua. Tu dicción me inspira, pero pronto descubro que solo por dentro, pues al canalizar al exterior los vocablos de mi fuero interno, descubro que en algún punto del camino, el discurso certero he perdido.

Te releo y en tus letras mi vista recreo, se me anuda el duodeno.

Entremeses, nieblas, cipreses y cebollas son los ingredientes que conforman tan gran obra. No puedo engañarme, para todos ellos carezco de olla.

Cuéntame, ponte cómodo y desvela tu fórmula. Desgrana uno a uno esos mecanismos cognitivos y lingüísticos, esos malabares de prestidigitador que te permiten esculpir los sintagmas que cimentan tal prosa; tal métrica asombrosa.

Me dejas los sentidos insomnes, me abrumas la voluntad de expresión. Concédeme la sola condición de conocer esa magia informe.

No me rindo y persevero. Grafema a grafema moldearé algún día literatas melodías que apacigüen mis anhelos.

martes, 27 de septiembre de 2011

Carrillos incandescentes

Cual gusiluz humano, mis carrillos se tornan incandescentes al entrar en la sala. Mis pulmones se ralentizan en su labor de intercambio gaseoso, debido al espesor del ambiente. Y la piel se moja en zonas consideradas antiestéticas, véase axilas o entrepecho.
O bigote.
Porque a la gente le dices que estás sudando, y te mira mal. Pero le dices que te suda el bigote y se parte de la risa. A mí no me hace ni puñetera gracia, porque según lo dices te miran en el sitio en cuestión. Y entonces sudas más. Y te ven el vello.
Vello.
¡Ja! ¿Cómo que vello? Unas púas en toda regla. Negras. ¡Qué condena! Cada semana, pinzas en mano, emulando a un cirujano sádico, hay que eliminarlas pelo a pelo, tirón a tirón, lágrima a lágrima. Bueno, y estornudo a estornudo. Aunque esos los provocan las de las cejas, que al arrancarlas se levanta hasta el párpado. Qué maltrato.
Y todo para que no te llamen Cantinflas. Ni uniceja.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Alive or living?

-        Get ready for the future – she said.
-        I’m not even ready for the present – replied her opposite.
-        But your present consists on building your future.
-        I cannot build anything which I don’t know whether will exist.
-        So, what will you spend your present on, then?
-        I will live.
-        And… What else?
-        What else? Don’t you consider this good enough?
-        Well, I live and I don’t feel good enough.
-        My girl, you are an alive human being, but you don’t live at all. You just exist. Think about that, transform your life and start living. If not, you will die even before dying.
-        But you have just said you are not ready for the present.
-        This is only because of the huge amount of opportunities I have in front of me. There are so many things to be done, that sometimes I feel asfixiated, don’t you?
-        Your comments have just asfixiated me, I cannot think of any other thing right now. But for some reason, I feel you have open the door I needed, and I can breath now. I’m grateful for that.
-        This is called relief.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Otoño despistado

¿Has olido el otoño? Yo, tampoco. Oficialmente llega la semana que viene, pero por todos es sabido que las estaciones no entienden de fechas fijas, y se incorporan antes de lo requerido. ¿Acaso empieza a hacer calor el 21 de junio? No, hace calor desde, al menos, un mes antes. ¿Acaso empieza a hacer frío el 21 de diciembre? Tampoco, noviembre no es un mes agradable. De la primavera solo se recuerda que hace buen tiempo, pero nuestro refranero es sabio: “Marzo, ventoso y abril, lluvioso” o “En abril aguas mil”. Por no hablar del “Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. Vamos, que esto de las estaciones es un tanto elástico.

Como decía, no huele a otoño. Aquí en Madrid, a quince de septiembre, no es normal, ni de lejos, rondar los 40 grados de día y superar los 20 de noche. Ojo, que no me quejo, pero me inquieta. Nos estamos derritiendo. No recuerdo la última vez que llovió.

Una minoría de tímidas hojas se han atrevido a caer, puntuales a su cita, pero la espesa alfombra de hojarasca no nos visita aún. Ni hace viento. Solo calor. Seco. Y un día amanecerá frío, nublado, lloviznará y nos pillará con sandalias y tirantes. O con el pelo mojado. Será entonces cuando pensemos que ya era hora y al día siguiente, tras apartar las sábanas, que nos parecerán pesadas como el plomo, la garganta raspará, los ojos lloriquearán y la nariz se humedecerá, anunciándonos el constipado otoñal que marca el fin de la juerga veraniega de horarios indefinidos y el principio de la era de noches tempranas. Será entonces, desde ese mismo instante, cuando empecemos a echar de menos el verano durante los siguientes ocho o nueve meses. Miraremos hacia arriba buscando el azul cuya intensidad apenas recordaremos tras innumerables semanas de paseos bajo un techo de nubes, sin percatarnos de todas esas veces que, sudando, dijimos: “Pues a mí me gusta más el fresquito”.

martes, 13 de septiembre de 2011

Lucas

Lucas huele a muerte. Cuando habla, lo marchita todo. Su aliento llega y te humedece la piel. También la calienta. Tiene dos dientes rotos. Nadie sabe cuándo se le rompieron, ni siquiera él mismo. No tiene mucha memoria. Al menos no la tiene para algunas cosas porque sí que nos recuerda a nosotros. Nos reconoce y se alegra de vernos. O de intuirnos, porque no ve muy bien. Ya no. Si le miras a los ojos, ves las cataratas. Y detrás, sus ganas de verte, pero apenas puede. Sus ojos lagrimean y dicen tanto... Tiene las pestañas blancas. Si cierra los ojos, parecen cepillos de dientes en miniatura. Su pelo color canela también se ha vuelto blanco. Lleva toda la vida perdiendo cantidades ingentes, pero desconoce la alopecia. Lo que no ha perdido es la alegría. ¡A sus 17 años! A veces creo que sonríe.

Atleta insaciable, protagonista de carreras de alta velocidad, récord de saltos; sus articulaciones ya no le responden como quisiera. Incluso se aprecian deformidades. Ahora monta en ascensor. Y cómo no concedérselo, si nunca pidió nada a cambio, en toda su vida. Siempre disponible, siempre de buen humor, desconocedor del rencor. Habría dado su existencia por nosotros sin dudarlo un instante. Defendió y protegió nuestra casa de manera incondicional. Si ya no parece dispuesto, es porque no oye bien. Cuando le llamas, debes hacerlo aumentando el volumen cada vez, más y más alto, hasta llegar al nivel de decibelios adecuado, y entonces se lleva un susto, porque oye su nombre de forma repentina dentro del silencio en que debe de vivir su mente.

Tantas anécdotas, tantos lugares, que resultaría imposible narrarlos aquí y ahora. Permíteme, Lucas, que me quede con el deseo de aumentar la lista, siempre y cuando aún te sientas con fuerzas y las ganas no te abandonen.

Eres el mejor perro que se pueda tener. Nunca fuiste una mascota.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Repentino septiembre

Ni se le había pasado por la cabeza que el día estaba tan cerca. Sabía que llegaría, y sabía cuál era la fecha exacta, pero ni por asomo pensó que llegaría así, de sopetón. Vuelta al encierro, al ventanal delator del buen tiempo, a la repetida visita ocular al reloj; vuelta a la detestada jornada completa. Se acabaron las tardes multitarea, desde ya debería decidir el sacrificio de todas menos una, cada día, cada uno de esos días en los que de ahora en adelante, la noche llegaría con más y más antelación, inmisericorde. Y eso que su compañero de sábanas más reciente, La tregua, de Benedetti, ya le había puesto en preaviso. Pero septiembre llegó invadiéndolo todo y emborronando los horarios. No le preocupaba, la venganza es un plato que se sirve frío.

martes, 30 de agosto de 2011

¿Dónde habré puesto las llaves?

Aún sudorosa, jadeante, sintiendo el bombeo de la sangre en el cuello y la sien; agotada, levantó la barbilla, cogió las llaves y se las lanzó a los pies.

Con la espalda de su oponente al frente y ya en el umbral, lo lanzó al ascensor de un puntapié tremendamente liberador.

Era la primera y la última vez que le levantarían la mano.

viernes, 5 de agosto de 2011

Ganaos el sueldo

Menos mal que no te creí. Dijiste que habíamos tocado fondo, así que con los años la cosa iría a mejor, y yo insistí en que no, que aunque no era capaz de explicarlo sí que visualizaba en mi mente que donde tú veías soluciones y mejoras no había más que declive. Y no dudo que le pusieras empeño, hiciste los deberes que te puso Europa, pero la caída no podía pararse en seco.

Pues aquí estamos, con todo patas arriba. Si ya lo decía yo, que no hacía falta ser economista para saber que lo peor estaba por venir. A ver cómo le digo yo a mis hijos ahora que estudien y se formen, que así tendrán mejores y más oportunidades laborales. ¿Con qué cara me planto y les digo que mira qué bien me fue a mí por estudiar una licenciatura y un posgrado compaginándolo con trabajos variopintos, detestables y a jornada completa, si supero el mileurismo gracias a las pagas prorrateadas? ¿Y cómo les meto en la cabeza que cuantos más idiomas sepan, mejor? ¡Que aquí se sobrevive con un precario castellano! Por no hablar de invitarles a independizarse… Pues eso, que como no quiero que me vacilen, he optado por no traer más parados al mundo.

No sé dónde viviré cuando me jubile. Hablo de retirarse del mundo laboral porque llegará un día en que los huesos no me sigan el ritmo. Mira, lo mismo para entonces se crean centros de realojo para mayores desahuciados. Jugaremos a la petanca con papel de aluminio arrugado. Por supuesto, lo habremos robado de la cocina del centro.

Trataré, mientras tanto, de conservar el trabajo que aún tengo –mil gracias– y el pescuezo, que los de arriba nos lo tienen debajo del pie más que nunca, dadas las circunstancias.

Que sí, que sí, que son ciclos, pero digamos que este será más largo y duro de superar de lo que pensabais (permíteme que ahora me dirija a tu grupo también), porque vosotros estáis tan lejos de nosotros que no tenéis ni la más remota idea de lo que está suponiendo esto. Miráis datos sin saber lo que significan en la vida real, así que hemos tenido que salir a la calle a decíroslo y nos habéis corrido a porrazos. No os equivoquéis, que la habéis liado vosotros.

No podéis girar la cabeza hacia otro lado. Toda una población es vuestra responsabilidad y con ese concepto cobráis a fin de mes. Y gracias a eso seguiréis cobrando el resto de vuestras vidas, sin haber cotizado antes una cantidad determinada, sin pedir prórrogas, sin necesidad de llegar a los 67. Lo menos que podéis hacer es ganaros el sueldo que os pagamos. Es vuestro trabajo.

Espero que no podáis dormir tranquilos ni una sola de las noches de vuestra vida.

lunes, 1 de agosto de 2011

Liliputienses en Moscú

Un día agotador. Madrugón, tensión aerofóbica por duplicado debido a la escala en Hungría, recorrido en tren, otro en metro, paseo con el rumbo equivocado, nuevo paseo en metro, llegada al hotel, viaje al pasado en ascensor, reparto de habitaciones, limpieza de la bolsa de aseo en la que reventó un bote de crema, no hay tiempo para ducharse, nuevo paseo, gente bebiendo por la calle, es tarde, hay mucha gente por la calle para la hora que es, el paseo sigue, nos vamos acercando, sabemos que no queda nada, que al girar podemos encontrarla, alargamos los pescuezos para que la vista alcance antes que nuestros pies lo que estamos buscando y objetivo cumplido, allí estaba, amplia, infinita, envolvente, misteriosa, la plaza Roja, con su guinda de cuento de hadas, sacada de una bola de cristal de una tienda de recuerdos, majestuosa, intensamente colorida, emulando una tarta de chucherías gigante, daban ganas de lamerla, de arrancarle un trocito y echarlo a la boca (estoy segura de que sabe a algodón de azúcar), la catedral de San Basilio. Me sentí liliputiense. Una belleza estremecedora. No hubo una sola noche que no volviéramos a verla, a recorrer los setecientos metros de largo y los ciento treinta de ancho que ese nicho de arquitectura nos otorgaba. Ahí permanecíamos, cuatro adultos que aún conservaban el espíritu impresionable de un niño, en fila frente a ella, sin articular palabra (no hacía falta pedir silencio) durante unos instantes, hasta que sentenciábamos al unísono: es espectacular, no me cansaría de mirarla. Después, volviendo sobre los pasos andados por esos noventa y un mil metros cuadrados de adoquines, reflexionábamos, bajo la mirada ya inerte de Lenin, y nos aturdían preguntas sin respuesta que adivinábamos en los ojos de los lugareños, gente aplastada por la conformidad impuesta. El cansancio de nuestros pies se desvanecía de un plumazo.

sábado, 21 de mayo de 2011

People in Europe, rise up!

Mientras espero que se caliente el agua en la que se disolverá mi tercer té del día (cuarta dosis de cafeína), pienso y observo, pero también observo y pienso, en Sol. En lo que allí se cuece. En lo que se cocía para que se levantara el pueblo. En la última vez que el pueblo se levantó con un trasfondo político y se unió en un menester de tal repercusión. Y tengo que remontarme muchos, muchísimos años. Y veo que las cosas han cambiado. Ya no son los de este lado frente a los del otro. Son el pueblo entero, de este lado o de otro, dando un puñetazo en la mesa. Es como la primera vez que dices que no a tus padres a algo. Me refiero a la primera vez que lo haces sobre algo de gran importancia.

- Me voy de casa. He pensado irme a estudiar a otro país.

- Pero estás mejor aquí.

- NO.

Y se crea un silencio. Un periodo de letargo en el que estás pendiente de lo que pueda pasar. Porque sabes que será gordo, pero no sabes si será bueno o malo. Ni si te arrepentirás o lo celebrarás. Pero tenías que hacerlo. Y así, marcaste un antes y un después.

Yo creo que eso está pansando en Sol, y los políticos no se enteran.

- Unos: Protestan contra el gobierno actual.

- Otros: Anda, si esto es como cuando protestábamos nosotros.

¡QUE NO! ¡QUE ESTO VA CONTRA TODOS VOSOTROS! ¡TODOS! ¡BANCOS, VOSOTROS TAMBIÉN!

Que es legal presentarse a las elecciones tras costearse trajes a través de los ciudadanos, pero lo tapamos ilegalizando otros partidos; que es legal saturar una ciudad para ver al jefe de la secta esta… ¿cómo se llamaba? ¡Ah, sí!, iglesia católica, pero no para reivindicar tus derechos; que tenemos libertad de expresión siempre y cuando coincida con la opinión de los partidos (el que esté, es indiferente) y sea políticamente correcta (no sea que te censuren la real portada de tu revista); que hacer oposición (lo que viene siendo ofrecer una alternativa política) significa castigar al otro pero no proponer nada; que nos dijeron que era mejor comprar que alquilar y pagaré vivienda los mismos años sin llegar nunca a tenerla; que nos dijeron que estudiáramos y nos esforzáramos porque así se conseguían los mejores trabajos, y no hay para todos (ni son los mejores); que nos hicieron vivir siempre construyendo un futuro, y solo tenemos presente.

Somos la juventud sin trabajo, sin vivienda y sin jubilación. Y ojo, que en juventud entran treintañeros.

Se os ha ido de las manos. Pero no lo pagáis vosotros. Nosotros no tenemos margen de error.

Habéis seguido practicando el borreguismo, pero ahora tenemos la oportunidad de la información y de la reflexión, del conocimiento y la serenidad.

Y lo mejor es que no tenéis motivos para atacarnos. Os ha pillado de sorpresa y no sabéis cómo reaccionar.

Y esto no es una pataleta, como creéis. Esto es hartura. Esto es posicionamiento. Esto es un basta. Es un grito sordo. Una llamada de atención. Un preámbulo. Un hasta aquí hemos llegado.

Con la diversidad en la que vivimos, ver que todos estamos unidos y no es Nochevieja, es verdaderamente emocionante y alentador.

Me voy a Sol. El kilómetro cero. Punto de partida.

sábado, 23 de abril de 2011

Compañero de sábanas

Los hay que solo se acuerdan de ti en días como hoy. Los hay que ni en días como hoy nos olvidamos de que existes. Los hay que te añoran y ni siquiera te han tenido nunca entre sus manos. Los hay que te coleccionan y dejan asentarse el polvo en tus cantos, y te acumulan y empacan para recluirte en algún trastero, al lado de la humedad y lejos de la puerta o de la vista. Los hay que te crean con una firmeza, imaginación y maestría implacables. Los hay que te ignoran. También los hay que no saben usarte; muchos de esos son también de los que te añoran.

He conocido a muchos de tu especie. Seductores natos. Empiezan con palabras atractivas, hiladas por comas, puntos, rayas de diálogo; se van entrelazando las ideas, unas inducidas, otras imaginadas. Y unas páginas más tarde, te tiene, ha salido bien parado de la primera cita. No dudas acudir a la siguiente, y a medida que se suceden, cada vez te sientes más cómoda con su tacto, tus manos se deslizan por el lomo, lo acarician y te lo llevas cada noche a la cama. Crees todas y cada una de las palabras que te dice sin levantar los ojos de él, y paseas tu mirada con tal atención que todo lo que os rodea queda anulado. No hay estímulos externos. El tiempo se ha parado.

Piensas todo el día en él. Conoces a tanta gente y vives tantas experiencias a su lado, que no estás sino deseando que llegue de nuevo la noche para compartir sábanas, insomnio y velas. Entras en un círculo de dependencia, puedes sentir su espera. Y así, se te va la vida.

Pero llega su fin y aferrándote a su compañía, pasas la última página, en blanco, en busca de algunas letras más. No hay nada. Pero te sonríes, lo acaricias por última vez y lo ciñes a tu pecho, rememorando de golpe todo aquello que te ha contado. Te ha dejado buen sabor de boca, así que no te costará sustituirlo por otro. Serán muchos los que pasen por tus manos cada noche. Ni uno solo te pedirá explicaciones.

domingo, 3 de abril de 2011

No muse

Acabo de llenar mis dedos de tinta.
La sangre de mis letras.

Mi vieja pluma emprende su habitual camino desprovista de musa alguna, y como en todo recorrido, encuentra vicisitudes que en esta ocasión nada tienen que ver con la sed, el hambre o el cansancio. Se topa con la ausencia de inspiración. ¿Hay soledad mayor?

Noche infinita

Enséñame la carita, que quiero verte los ojos.

Enséñame tus ojitos, que quiero ver tu mirada.

Enséñame tu mirada, que solo veo la noche infinita.


Por respuesta, me regalas un paseo

lleno de andares resueltos

y rastros encriptados.


Das una vuelta, y luego otra,

para echar carreras me provocas,

y de nuevo un rastreo te ha eclipsado.


Llego a casa y te despierto,

traerte aquí fue un acierto,

pienso cuando me das un abrazo.


Te cepillo el pelo, puro algodón,

permisivo e impaciente te conviertes en pompón,

lo sabes, te crees el más guapo.


Deja que te dé un baño,

te encanta, en la piscina contigo nado,

de nuevo me haces ver que estás siempre a mi lado.


Estoy durmiendo y te oigo llegar,

no me muevo, dejo de respirar,

tus bigotes me han encontrado.


Me proteges, me añoras, en mí confías

a todas horas, antes de que sepa, tú ya sabías

que hay muchas formas de ver, y me lo has demostrado.


Enséñame la carita, que quiero verte los ojos.

Enséñame tus ojitos, que quiero ver tu mirada.

Enséñame tu mirada, que solo veo la noche infinita.

sábado, 19 de febrero de 2011

Conclusiones

Con el pecho encogido, las ganas de llorar, la sensación de ahogo, de desesperación, de añoranza, muerta de cariño, con una nube de polvo en la mente y arrugas en la frente, los ojos aturdidos, sudorosa, el alma en vilo y el corazón dividido, con la vida por detrás y por delante, con la vida presente y la que pudo haber sido y no fue -qué cruel-, con la idea de pérdida y vacío, de dolor ajeno o propio, ¿esto o lo otro?, ¿ahora o luego?, con las uñas quebradizas asiéndose a un muro hecho de nube y lágrimas que todo lo cubren, con los párpados a rastras y el bombeo acelerado de sus venas, con la nada como compañera y la dicha ya nublada; se dio cuenta de todo y se arrodilló, asustada.

viernes, 28 de enero de 2011

Ya estoy en casa

- ¿Hola? ¿Hay alguien?

“¿Habrá llegado ya?”

- Hooooooooolaaaaaaaaa.

“No se oye nada… Ah, parece que suena la ducha… A lo mejor no me oye por eso. […] Me voy a quitar la ropa yo también y voy a entrar.”

- ¡Ya estoy en casa!

- ¡Aaaaaaaaaahhhhhhhhhh! ¡Qué susto! ¿Por qué no avisas antes de entrar?

- He avisado –entrando en la bañera– pero no me habrás oído –rodeando su cintura– con el ruido del agua –beso apasionado asiendo sus pechos–.

Durante un buen rato, no se oyó nada más que gemidos, suspiros y chapoteos ensordecidos por el potente y constante fluir del agua.

Y golpes. En la pared. De los vecinos.

Y después, risas y toallas frotándose contra los cuerpos resbaladizos aún calientes.

- ¿Cenamos?

- Venga.

sábado, 22 de enero de 2011

Niebla unamuniana

Estás tan cerca y tan lejos. Estás entre mis manos y después, la nada. Y te sueño. Llego, pero no te alcanzo. Porque estás aquí pero estás allí. Un gozo, un lloro. El aire no llega a mis pulmones. A veces, entra para quedarse. Luego huye despavorido. Ahí dentro no hay quien pare. Demasiada gente en el mismo pecho. Ausencias y anhelos, desdichas y festejos. El alma en caída libre. El golpe que se va a llevar se deja ver. Y cierra los ojos y lo espera. La coraza, hecha añicos. Con el alba se rehace. Un ciclo de júbilo y sinsabores que levanta niebla unamuniana. Quisiera contarte, pero no me atrevo. Y la vida se ríe. Hay que ver cómo es… A veces me cae mal. Y otras a ella me aferro. Fue quien nos presentó. Me miras y yo muero. Eres un quiero y no puedo. Anda, ven y entra hasta dentro.