Me apeteces entregado y te encuentro derrotado.
En tus ojos me topo con el verde campo,
salpicado de retamas.
Me regalas su hojarasca.
Como la arena que el viento eleva, arremolina y posa
formando un manto de espesa tela,
quisiera sostenerte amarrado por mis piernas.
Mendigando saldos de fuegos pasados
derrocho mis mejores años.
Mis palabras demandantes se repiten y llaman a tu puerta.
Las dejas entrar y la cierras tras ellas.
No es de recibo esta soledad de miradas y cama;
me
deja el alma reseca, y las manos, ocupadas.