A bocados

¿Quién no ha saboreado el placer de una porción de algo? De membrillo, de chocolate en forma de bombón, de naranja convertida en gajos, de queso... Cada uno de esos momentos ha sido una porción de vida, centrado en el paladar, la textura y el deseo de que no termine... Porque así se nos presenta la vida, en porciones, formando un gran queso donde podemos encontrar desde gusanos hasta agujeros, pero también ternura y sabor; y donde hay que tener mucho cuajo para no darle un mordisco y comérselo a bocados.

martes, 13 de septiembre de 2011

Lucas

Lucas huele a muerte. Cuando habla, lo marchita todo. Su aliento llega y te humedece la piel. También la calienta. Tiene dos dientes rotos. Nadie sabe cuándo se le rompieron, ni siquiera él mismo. No tiene mucha memoria. Al menos no la tiene para algunas cosas porque sí que nos recuerda a nosotros. Nos reconoce y se alegra de vernos. O de intuirnos, porque no ve muy bien. Ya no. Si le miras a los ojos, ves las cataratas. Y detrás, sus ganas de verte, pero apenas puede. Sus ojos lagrimean y dicen tanto... Tiene las pestañas blancas. Si cierra los ojos, parecen cepillos de dientes en miniatura. Su pelo color canela también se ha vuelto blanco. Lleva toda la vida perdiendo cantidades ingentes, pero desconoce la alopecia. Lo que no ha perdido es la alegría. ¡A sus 17 años! A veces creo que sonríe.

Atleta insaciable, protagonista de carreras de alta velocidad, récord de saltos; sus articulaciones ya no le responden como quisiera. Incluso se aprecian deformidades. Ahora monta en ascensor. Y cómo no concedérselo, si nunca pidió nada a cambio, en toda su vida. Siempre disponible, siempre de buen humor, desconocedor del rencor. Habría dado su existencia por nosotros sin dudarlo un instante. Defendió y protegió nuestra casa de manera incondicional. Si ya no parece dispuesto, es porque no oye bien. Cuando le llamas, debes hacerlo aumentando el volumen cada vez, más y más alto, hasta llegar al nivel de decibelios adecuado, y entonces se lleva un susto, porque oye su nombre de forma repentina dentro del silencio en que debe de vivir su mente.

Tantas anécdotas, tantos lugares, que resultaría imposible narrarlos aquí y ahora. Permíteme, Lucas, que me quede con el deseo de aumentar la lista, siempre y cuando aún te sientas con fuerzas y las ganas no te abandonen.

Eres el mejor perro que se pueda tener. Nunca fuiste una mascota.

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