A bocados

¿Quién no ha saboreado el placer de una porción de algo? De membrillo, de chocolate en forma de bombón, de naranja convertida en gajos, de queso... Cada uno de esos momentos ha sido una porción de vida, centrado en el paladar, la textura y el deseo de que no termine... Porque así se nos presenta la vida, en porciones, formando un gran queso donde podemos encontrar desde gusanos hasta agujeros, pero también ternura y sabor; y donde hay que tener mucho cuajo para no darle un mordisco y comérselo a bocados.

martes, 22 de noviembre de 2011

De camino a la penitenciaría de ideas

Es curioso que en un país con una tasa de paro del 22%, un país donde el combustible está por las nubes, un país cuya capital es relativamente pequeña; se monten los atascos que se montan para ir a trabajar.

Y es que, acostumbrados a los años de bonanza, hay gente que no renuncia al coche ni para ir a por el pan. Aunque hasta donde yo sé, es una minoría.

En Madrid las empresas están concentradas en dos zonas, si me apuras, por lo que vivas donde vivas, lo más probable es que tengas que atravesar la ciudad para ir a trabajar. El centro, que le viene bien a todo el mundo, está saturado y el alquiler de las oficinas que quedan libres es caro (con los tiempos que corren las empresas reducen costes de todo tipo). Así que se van a las afueras, pero solo a las del norte de la ciudad (final de Arturo Soria, Manoteras, Fuencarral, Las Tablas, laterales de la A2, etc.). El grueso de la población en Madrid se concentra del centro hacia el sur, por lo que necesariamente para ir a trabajar, atraviesas la ciudad. Eso provoca un gran movimiento de gente de la misma zona hacia la misma zona a la misma hora; y claro, lleva su tiempo.

Afortunadamente gozamos de una buena red de transporte público, pero no da abasto e incluso hay zonas a las que no llega o lo hace de manera escasa (como algunas de las que he mencionado). Las carreteras de circunvalación, M-30 y M-40, aprueban, pero tampoco dan abasto. No hablemos si caen cuatro gotas... Otro día hablaré de esto.

Es decir, por norma general un madrileño está acostumbrado a que, sea en coche propio o en transporte público, tarde unos 45 minutos o una hora para ir al trabajo, de puerta a puerta. Y lo mismo para volver. Qué desperdicio de vida.

Es una pena que teniendo una capital y alrededores tan bien equipados de comercios, lugares de ocio, culturales, educativos, deportivos, espacios verdes, etc., haya que emplear tanto tiempo en ir a trabajar, que es a diario.

Menos mal que dispongo de musicoterapia on the way.

No hay comentarios:

Publicar un comentario